Ahora voy a escribir algo acerca de mí mismo y de dos de mis mejores amig@s. Lo entiendo. Tengo un problema, y muy posiblemente sea muy gordo, más de lo que quiero ver, y voy a intentar que me lo diagnostiquen esta semana que viene.
Ahora bien, estar en este negocio tiene sus consecuencias. La pregunta del millón de pavos es si también pondríais tantos problemas si yo fuera Steve Marriott, Phil Lynott o Rory Gallagher, que, por desgracia, no soy. Y es por poner sólo tres ejemplos de los males endémicos que traen consigo estar en este negocio. O estás mentalmente perturbado, o no comprendes nada en absoluto del motor de la naturaleza humana. Trata de mirarlo así: ¿dónde suelen estar los grandes picos de la creación humana? En gente problemática. En un Pete Townshend desayunando una botella de Rémy Martin o en un Anthony Kiedis adicto a cualquier cosa para tratar de contener una situación que es poco comprensible para gente que lleva vidas ordenadas. Mi vida es un abrazo al caos. Yo no puedo explicarte qué se siente al borde de un abismo más profundo de lo que tú te puedas imaginar. Os lo dije. Me levanto hablándole a una pared (hoy, no) porque no tengo personas a mi alrededor que puedan comprender lo que para mí es una pérdida diaria constante. La locura, y el hacer lo que se me pase por la cabeza con ella, es mi modus vivendi. No es Carpe Diem: es Sursum Corda.
De cualquier forma, no tengo nada que echaros en cara, sino agradeceros el viaje que hemos compartido hasta aquí, y al menos para uno, no ha terminado, es versión 2.0. No obstante, tengo que defenderme. Nunca dije que yo fuera fácil. No soy sencillo, y sinceramente, puedo ser una patada en las pelotas diaria, y lo soy. Pero no puedo evitar dar rienda suelta a lo que soy, sea en una explosión de ira o en una orgía etílica. Yo no me contengo, porque no me niego, y si es una vía hacia la autodestrucción, no es consciente porque no la busco, pero si viene implícita no la rechazo: es parte del viaje.
Por una parte, odio este escrito, porque sé perfectamente que TÚ me vas a odiar por ésto y no te va a gustar NADA. Posiblemente, lo agradecerías más en un cara a cara pero, mientras el don de la palabra se me escapa, el de la escritura, no. Así que aprovecho la inmunidad que me ofrece mi muro (no, mi página web, Miguel, lo siento) para expresar lo que siento con el medio en el que me encuentro cómodo.
Y, mientras lo hago, lo ejemplifico con las cosas que realmente quiero hacer, las canciones que quiero tocar y hacer mías, mientras la gente suspira por algo más amable, más «cantabile», hechas por locos como yo, diseñados por una mano invisible para hacer de la locura algo tangible. Como dice un amigo mío, hijos de Apolo, vueltos hacia la locura por haber sido engendrados por el dios de la Razón. Hijos de un desgraciado Estado de Gracia, queridos. Donde vosotros veis una cosa, yo veo universos en estados de destrucción y creación permanentes.