Era la noche de un 27 a un 28 de Diciembre de 1993. la noche ya había transcurrido extraña, cuando a eso de las dos de la mañana me abordaba un completo desconocido con una sonrisa de oreja a oreja y un acento extrañísimo para mis oídos, me invita a un chupito de Jack Daniels y se despide de mí con un “Pisha, no’ vemo’ mañana”. No le di mucha importancia, pero al llegar a mi buhardilla de la calle Pérez Galdós, entre Malasaña y Chueca, a las siete de la mañana, después de haber terminado mi jornada laboral en el Ya’sTá, mi contestador automático (ese invento en el que mi adorado Mac era un maestro dejando mensajes que cambiaba cada semana, haciendo absolutamente dadaísta el hecho de llamarle) titilaba con un mensaje, en el cual un tal Pascual que decía trabajar para RLM (Rosa Lagarrigue Management) me comunicaba que La Unión estaba interesada en mis servicios como guitarrista. Vi que eran las siete de la mañana de un 28 de Diciembre y que por lo tanto tenía que ser una inocentada. ¿Qué pelotas iba a querer La Unión de un guitarrista rockero por definición? Así que me quité las camperas y me disponía a dormir.

Pero ese meme maravilloso que anda por ahí donde el cerebro te dice cosas y te desvela se volvió realidad: “Pisha, no’ vemo’ mañana”. Así que a las ocho de la mañana, sin dormir, me dispuse a hacer un largo recorrido en Metro hasta el último culo de Arturo Soria, donde se supone que me habían citado. Encuentro el sitio, un chalecito de alto copete, entro por la puerta y me veo con un póster de Mecano a la derecha y otro de Miguel Bosé a la izquierda. Le pregunto con toda la timidez posible a la secretaria si me he equivocado de sitio, pero no, me contesta que me están ya esperando y me indica una puerta. La abro y un sonriente Anye Bao me dice: “Pisha, ya te dije que nos veríamos hoy”. Fue el primer capítulo de mi exitosa serie “My Life With The Bao’s”, la cual lleva un montón de temporadas. Tras lo que me pareció una interminable charla de Pascual, le espeto con mis dos pelotas que me parece todo muy bien, pero… ¿qué pelotas pinto yo aquí? Entonces Pascual me dice que ha sido idea de Rafa y ahí ya me descolocó por completo. Yo a Rafa le conocía porque vivía al lado del Ya’sTá y había hecho una colaboración para él en un proyecto que tenía. No podía imaginar porqué iba a querer La Unión a un guitarrista de Rock, si bien es cierto que toco muchos palos diferentes. Y aquí es donde comienza mi relación con Mario Martínez.

Me cayó bien nada más conocerle. Era humilde, sabía muy bien lo que hacía y quién era. Tenía ideas y tocar para él fue muy sencillo. Además, jugaba bien al Mus, y eso para mí es un requisito indispensable, si vas a compartir un millón de horas de carretera con alguien. Afortunadamente, Rafa, Luís Bolín y Fermín Villaescusa también jugaban al noble arte del Mus. Era un tipo amable y siempre tenía detalles conmigo. Me regaló un Wha-Wha modelo Jimi Hendrix que aún utilizo. En uno de nuestros viajes por México tuvimos un vuelo rematadamente malo y vino a sentarse a mi lado, mientras disfrutábamos de un Bloody Mary entre turbulencias (odio volar, y él lo sabía). La Unión viajaba en Primera Clase, pero los técnicos y la banda íbamos en Turista. No era una cosa de ellos, sino de RLM. Ya nos dejaron muy claro en la primera reunión que ellos no iban a hablar de dinero ni de otra cosa que no fuera música. El resto era misión de RLM. Eso hizo que nuestra relación fuese extremadamente relajada. Si me conoces algo, sabrás que yo nunca he tenido otra cosa que no sean elogios y buenos deseos para La Unión.

Viví con Mario mil aventuras y disfruté de mi paso por La Unión como en pocos grupos. Así llegamos a la noche que me iba a costar el puesto: el concierto de Las Ventas. Mario me llamó aparte y me dijo: “Moli (ya lo explicaré otro día), me encuentro fatal. Creo que tengo bastante fiebre”. Le toqué la frente y no era ninguna broma. Estaba bien jodido, así que me pidió que me hiciera cargo de todas las partes solistas. Y lo hice, claro, pero ese concierto se televisó por la 2. Creo que lo tengo grabado en VHS. Eso no fue un concierto de La Unión, sino de Rafa Kas + La Unión. Era mi amigo quien me lo había pedido, así que puse toda la carne en el asador. Me temo que a Rosa Lagarrigue no le gustó nada el resultado, pero yo hice lo que tenía que hacer: darlo todo por el grupo, y aunque me haya costado el puesto (seguro que no solamente por esto) aún a día de hoy me siento muy contento por hacer lo que considero mi deber cuando me integro en una banda. Mario me dio las gracias aquella noche, pese a que sabía tan bien como yo que me la iba a cargar. Fue la penúltima vez que le vi. Años después, viviendo ya yo de vuelta en Gijón, vinieron a tocar y me invitaron a subir a un par de temas. Salimos a tomar algo, y ya noté que la salud de Mario no iba bien. Por supuesto, no dije nada, pero hablando con Fermín noté que Mario no estaba en su forma habitual. Siempre fue un gran fumador y un gran bebedor, pero nunca fue nada excepcionalmente preocupante. Aún así, la noticia del cáncer me cogió por sorpresa.

He de decir con toda sinceridad que realmente siento su pérdida. Querido Mario, ha sido un placer el que nos haya tocado compartir un trozo de nuestras vidas. Ojalá que te encuentres en un lugar mejor.

Un abrazo.

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